
Se dice que no hay genialidad sin un tanto de locura, que cualquier persona adelantada a su tiempo es incomprendida, criticada y hasta atacada. Con estos elementos, las calles del puerto de Veracruz se convierten -una vez más- en escenario para la actuación de un nuevo personaje pintoresco: Alejandro Batenberg.
Nacido hace 77 años en Sofía, Bulgaria, este políglota (dice hablar siete idiomas) acaba de cumplir 22 años de verse obligado a vivir en la República Mexicana, luego de que agentes judiciales le «robaron» su casa rodante al entrar por Matamoros, Tamaulipas, cuando se dirigía hacia Honduras, donde poseía una fábrica de muebles tallados a mano.
Le fue imposible interponer una denuncia, ya que -dijo- tenía la desventaja de ser extranjero y no conocer bien el idioma. A partir de entonces, luego de perder su patrimonio, ha tenido que itinerar por casi toda la república mexicana para ganarse la vida aprovechando sus conocimientos. Ha sido coordinador del cuerpo de Bomberos de Matamoros, pescador de tiburones en Tampico, asistente en un acuario en Mazatlán, así como practicante de infinidad de oficios.
A pesar de las penurias y peripecias en las que se ha visto envuelto, este robusto hombre de amplia sonrisa afirma preferir este territorio en lugar de regresar a su país; asegura que en Bulgaria aún hay personas que lo están buscando para castigarlo por haber intervenido en un fallido golpe de estado, tras el cual fue encarcelado y la mayoría de su familia ejecutada.
«¿La última vez que vi a alguien de mi familia? Fue a mi hermana Paraskeva Batenberg, que de casada se apellida Guselska, y fue en 1968, cuando salí de allá», recordó, al tiempo que se le vuelven a nublar los ojos por las lágrimas y el coraje contenidos ante las injusticias que relata haber sufrido, «también tengo una hija, no sé cómo se llama, pero ahora debe tener unos 48 años».
Esto, y las experiencias adversas que ha tenido en México con distintos niveles de gobierno, de diferentes partidos políticos, han forjado un peculiar modo de ver e interpretar la política. Califica a la democracia como «la peor dictadura», a los comunistas como «los peores del mundo» y alaba la izquierda moderada.
Manifiesta admiración por políticos como el brasileño Luiz Inacio Lula DaSilva, el mexicano Andrés Manuel López Obrador, y sobre todo... a Fidel Castro Ruz. Aquí -emocionado-, enumera los logros alcanzados por el cubano: «los mejores médicos, los mejores deportistas, la mejor educación, y todo a pesar del asesino de (George Walker) Bush».
En contraparte, muestra cartas abiertas -donde solicita apoyo para sus investigaciones científicas- que ha dirigido al presidente, Vicente Fox Quezada, y al entonces Canciller, Jorge Castañeda Gutman; al gobernador de Veracruz, Miguel Alemán Velazco; hasta al mismo José Ramón Gutiérrez de Velasco Hoyos, alcalde de Veracruz. En todas estas ocasiones -asevera- recibió malos tratos al intentar hablar con los mandatarios, e incluso ha sido «echado a la calle», como en el caso del Ayuntamiento de Veracruz.
La expresión de desencanto y desesperación le cambia inmediatamente al hablar de sus inventos, para los que se desvive por convencer de su importancia y en conseguir financiamiento para ellos. Transformado nuevamente en un espíritu jovial y activo, Alejandro (o Aleksander, en búlgaro) explica en qué consisten.

El primero es un filtro con capacidad de purificar agua al 90%, con una aditamento de luz ultravioleta. El segundo, es una casa plástica ecológica (hasta de dos plantas), con un costo entre 20 mil y 50 mil pesos, construida con triplay a base de plástico reciclado y con capacidad para una familia completa; Batenberg asegura que la Universidad Autónoma de México le robó esta idea para hacer un prototipo en el estado de Jalisco. Por ello, ya no se ha acercado más a la comunidad científica mexicana, «sólo se burlan de mí y me roban mis proyectos».
El tercer invento es un avión ligero a base de fibra de vidrio, para dos personas, que podría despegar en una carrera de 20 metros, volar a una velocidad de 280 kilómetros por hora y con rendimiento para viajar por tres horas sin recargar combustible. Sin contar con lo que se ha convertido en su «marca personasl», un triciclo que él modificó para soportar hasta media tonelada de peso. Con todo lo anterior, Alejandro Batenberg augura poder acabar con al menos el 60 por ciento de la pobreza del país.
De acuerdo con el científico búlgaro, lo descrito es producto de su instrucción universitaria y por la instrucción que recibió durante el régimen militar de Teodoro Yivkov (Todor Zhivkov),
tiempo en el que también lo instruyeron en medicina, microbiología, física, mecánica y otras disciplinas científicas. En esa época, fue obligado a especializarse en ingeniería en construcción de vehículos blindados para el ejército comunista.
Después de mucho luchar, Batenberg logra huir de su encarcelamiento -en un tren, recuerda- y huye de Bulgaria, con destino a Europa Occidental, luego, a los Estados Unidos; el resto, ya lo ha leído usted.
Con esa seguridad que pocas personas tienen, Alejandro Batenberg afirma que con los recursos suficientes, y gracias a las observaciones que ha hecho de los recursos naturales con los que México cuenta, él podría encontrar en corto tiempo cura a enfermedades como el cáncer, la diabetes, la gastritis y hasta el SIDA, «si no lo hago, que me maten», sentencia. Es en este tema cuando expresa su máxima incógnita ante la situación económica y social que vive nuestro país, «México es el país más rico del mundo, tiene todos los climas, todos los ecosistemas, playas en dos océanos, ¿por qué no es una potencia?».
A pesar de compartir nombre con el que fuera el primer príncipe que tuvo Bulgaria a finales del siglo XIX -Aleksander Battenberg-, quien viviera en lujosos palacios que ahora son importantes museos, éste vive en las calles veracruzanas, subsistiendo a base de michas y plátanos, o con lo que la gente le va regalando. Esto es precisamente lo que lo cautivó de esta ciudad, «los veracruzanos tienen un corazonzote», exclama.
Acompañado únicamente de sus rústicas herramientas, su triciclo, y cientos de recortes de las publicaciones donde ha aparecido en todo el país, Aleksander, Alexander, o simplemente Alejandro, da las gracias «por haberlo escuchado», y se despide con la esperanza de que éste no sea un artículo más para su colección de recortes, y surja un inversionista que le permita cumplir el sueño de su vida... ayudar a la humanidad con su ingenio e inventiva.